LOS PIOJOS


—Cuasi… tengo que hacerte una confesión.

—¡Ay, Yunior! Eso me encanta. Si yo hubiese sido cura, las niñas de esta aula se

iban a pasar el día rezando padrenuestros pero claro, las mujeres no podemos oír

confesiones, por el dichoso machismo que está en todas partes, como los piojos.

—Cuasi, los piojos están en las cabezas.

—¿Dónde tú crees que se esconde el machismo?

—Cuasi, ¿en qué lugar tú aprendes esas cosas?

—En el noticiero de las ocho.

—Yo lo vi anoche. Y no hablaron nada de piojos.

—¿Y qué tú hacías levantado a esa hora?

—Cuasi… ¿Vas a oír mi confesión o no?

—Soy toda oídos.

—Mi papá está encerrado en un closet.

—¿Lo secuestraron?

—No. Él es albañil. Estaba haciendo un trabajo. Entonces empezó a echar mezcla,

a repellar por dentro, y se entusiasmó tanto que se quedó encerrado.

—¿Y por dónde respira tu padre?


—Mi mamá pudo hacer un huequito con la única barrena que no se le partió al

taladro. Por ahí le entra un poco de aire, y también la sopa que se toma con un

pitillo.

—Yunior… ¿Cuánto tiempo crees que le quede de vida?

—Cuasi, quiero que me des ánimo, no que me digas que mi padre se va a morir.

—A ver, niño, vamos a entendernos… Aclárame algo: ¿de qué ancho es la barrena

con la que tu madre abrió el hueco?

—No sé. Me parece que es muy chiquita.

—¡Mmmm! Esa no es buena noticia. Tú sabes que el aire está muy contaminado.

Hay que abrir un hueco más grande.

—Cuasi, hay una cosa que no me deja dormir: ¿y cuando mi papá quiera a hacer lo

«otro»?

—El baño de la escuela está peor, y nosotros vamos como si nada.

—Hay otra cosa que tampoco me deja dormir. ¿Tú crees que él se quede ahí para

siempre? Yo oí cuando le decía a mi madre, por el huequito, que dentro del closet

se sentía bien porque estaba protegido.

—¿Protegido de qué?

—De las miradas.

—Yunior, este asunto es muy delicado. Tu papá y tu mamá siempre están hablando

en clave, y que yo te ayude a descifrar las cosas, te va a costar muy caro.

—¿De cuánto estamos hablando, Cuasi?


—De una merienda todas las tardes… con refresco de latica.

—¡Hecho! Pero ayúdame. No quiero que mi padre se ahogue dentro de un closet.

—Anímate, el mundo está tan feo que es mejor no verlo.

—Claro, tú lo dices tan fácil porque se trata de mi padre y no del tuyo.

—Niño, te voy a hacer una pregunta trascendental: ¿Tú ves a tu padre por el

huequito?

—Sí, claro.

—¿Cuántas veces al día?

—Muchas.

—Pues te cuento que eres un niño muy afortunado. Tienes a un padre dentro del

closet, pero lo ves todos los días. Sin embargo, el mío anda al aire libre y solo lo veo

dos veces al año. Así que no intentes chantajearme. Soy una niña muy sufrida.


(Primer capítulo de la última novela: Mi papá salió del clóset. Editorial Capiro, 2017).

MILDRE HERNANDEZ (Sancti Spiritus, Cuba, 1972)

Poeta y narradora. Ha destinado toda su obra al público infantil y juvenil. Cuenta con

los premios más importantes de su país, entre los que destacan el de la Crítica

Literaria, 2015 y 2016. Finalista en los concursos Hispanoamericano de poesía

infantil, México, 2004, y Libresa, Ecuador, 2009; Mención de Honor del certamen

Una palabra, otorgado por la universidad nacional de Costa Rica, 2016, y Premio

Iberoamericano Casa de las Américas, 2015. De sus más de veinte libros

publicados, los últimos son El niño congelado; Hospital para gatos locos, y Mi papá

salió del clóset.