Con gran susto


Por entre los rostros, atisban.

Él, con diplomática parsimonia.

A la cara, desde sus amplios ojos de vaquilla, ella

de las caderas distorsiona el torso,

en gráciles movimientos.

No deja de observarla. Siente que se eleva.

Teme las delaciones del cuerpo y que la ropa lo denuncie.

Ahí, está, casi al roce. Le extiende la mano.

Se tocan los dedos y, al unísono,

muy sorprendidos. Con gran susto,

rojas las caras, miran hacia atrás.

Después

-no mucho después-,

desnudos.

Ya rebosantes,

entre desvergonzadas risas,

rememoran.

Delante de todos, al tocarse los dedos,

chispean.

El hilo del fluido

buscan.