Para Otilio Carvajal, por sus noches de espanto

Con el agüita dulce de la bandera cubana te sumergí en el río.

Y con agüita de la bandera cubana te colgué en mis asuntos.

Ahora no sé cuál noche me fui quedando loco

o qué día bendecido

con el agüita dulce de la bandera cubana.

Yo te pedí valor, te pedí un pavo

y te pedí los cuernos de una hembra mulata.

Nada que no me dieras te pedí, ni una cuota de sombras ni una gota

de lágrima

y con agüita de la bandera cubana te coloqué a mis hijos en los remos

rumbo a no sé cuál isla de pocas tempestades.

Con agüita de la bandera cubana, reina mía,

con el pavo y la serpiente bicéfala que aturde el río amarillo.

Tan pobre como yo, mi reina mía,

apenas reina del rio, del pavo y de la serpiente que aturde los

viajeros.

Sin nada, como yo, entre la caridad y lo imposible.

Sin nada o casi nada… a solas con el agüita dulce de la bandera cubana.

No sé qué día, no sé cuál noche me fui quedando solo,

me fui quedando loco y bendecido.

No sé cuál día o qué noche me juraste la paz y mis dos hijos crecen

bajo la caridad del pavo y la serpiente amarilla.

Y como un perro negro que regresa del monte desangrado,

así regreso yo, mi reina mía, lamiendo loco de amor el filo de un machete

sólo porque me esperas junto al agüita de la bandera;

sólo por tus olores de canela y boniato, reina mía, tan pobre como yo,

tan bendecida: calabaza y campana, reina mía;

novia de los mil rostros y doncella,

santa mulata sata bendecida

con el agüita dulce de la bandera cubana.

Por la miel que me ofreces vengo a luchar de todo corazón,

como un toro de raza que mordió el perro negro a la miseria del día,

a la miseria del día, del día, del día…

sólo porque me esperas cuando regreso loco y derrotado

y me endulzas la noche con el agüita de la bandera cubana.

Cuida mucho, mi reina, de mis hijos

como cuidaste a Dios cuando chiquillo:

a Julio que ya dispara cañones y no quiere matar,

a David que mira con susto las paredes,

y a Dopico y Rubén que de rodillas,

ante la gloria insulsa de los muertos no se quieren morir.

Cuida mucho de Ana allá en el cielo con los pulmones rotos,

a mi generación de gallos sin espuelas,

y sálvame de este olor a nadie cuando huelo a persona.

No dejes que al perro negro se le pudra el mordisco,

ya es hora de sangrar limpio y bendecido

junto al agüita dulce de la bandera cubana.

Déjame regresar a la manigua que me ofrece la vida

con las espuelas rotas, desdentado, bendecido de amor desde

los pies al machete,

déjame que te obligue a no olvidarme si te ofrezco mi casa,

mi larga historia de hoy y mis dos hijos enormes.

Déjame que te cuente, mulata, déjame que te cuente

del sueño que evoca la memoria

por cada noche de espanto que habito en Santa Clara.

Jorge Luis Mederos, Santa Clara, Cuba. Romanza del malo (Poesía), Ediciones Universidad Central de las Villas, 1987 El tonto de la chaqueta negra (Poesía) Editorial Capiro, 1993 Otro nombre del mar (Décima) Editorial Capiro, 1993 El libro de otros (Poesía) Editorial Capiro, 2008. Aparece en las antologías Un grupo avanza silencioso (México), Jugando juegos prohibidos, Rapsodia al Che, 2005 y 2007 (Editorial Capiro), El poeta eres tu (Editorial Letras Cubanas, 1998). Poemas suyos han aparecido en diversas publicaciones cubanas, así como Nicaragua, México, Venezuela y España.