Dictadura y democracia en la historia de Cuba

Por Gabriel Cartaya

Si tomamos el año 1510 como el inicio de la historia de Cuba –considerando prehistoria lo acontecido antes de su conquista y colonización–, y miramos a partir de entonces la formación, evolución y comportamiento de su gobernación política hasta nuestro tiempo, observamos que ha prevalecido un modelo dictatorial en casi toda su existencia. La dominación de España sobre la Isla se mantuvo durante 388 años y en el transcurso de ese tiempo se ejerció el gobierno destinado por la Metrópoli, sin participación de los cubanos en la elección de las figuras que asumieron el más alto poder político.

Si a ello sumamos el período de gobernación estadounidense sobre la Isla (1898 a 1902 y 1906 a 1908), extendemos a 394 la existencia de un gobierno impuesto por el extranjero sobre Cuba.

A ello hay que agregar que, en medio de la República existente entre 1902 y 1958, se interrumpió dos veces el proceso electoral concebido por la Constitución, bien por la extensión del tiempo asignado a la presidencia o por un golpe de estado. En el primer caso, la Prórroga de Poderes de Gerardo Machado en 1927, incluso cuando el levantamiento popular impidió que éste extendiera su gobierno e influyera en que desde agosto de 1933 a 1935 el gobierno del país no respondiera al curso electoral democrático legalmente establecido. En segundo lugar, el golpe de estado de 1952 dirigido por Fulgencio Batista, quien se mantuvo en el poder hasta 1958. En este período se produjeron dos elecciones (1954 y 1958), pero no merecen el calificativo de democráticas, pues el fantasma de la figura del presidente militar era demasiado visible detrás de ellas. Con ello, sumamos 8 años más de dictadura a la cifra indicada anteriormente, elevándola a 402.

En 1959 se interrumpe el ciclo electoral democrático establecido por la Constitución de 1940 –suplantó a la de 1901–, pero no alteró la cifra de cuatro años para la presidencia de la República, con derecho a una reelección. Aunque el llamado Pacto de Caracas, firmado en julio de 1958 por Fidel Castro y dirigentes de otras fuerzas políticas, prometía un gobierno provisional a la caída del régimen de Fulgencio Batista y convocar a elecciones libres en cuanto se crearan las condiciones adecuadas para ello, los acontecimientos que se desencadenaron en la Isla, fuertemente influidos desde el exterior, enrumbaron el destino del país a la orientación socialista, donde ha prevalecido un tipo de gobierno que se ubica en la clasificación de dictadura por la existencia de un partido único en la máxima dirección de la nación.

Hay que estudiar a profundidad las razones determinantes en que la revolución triunfante el 1.° de enero de 1959 se convirtiera en socialista tan abruptamente, cuando el programa con el que triunfó, defendido por su incuestionable líder, no contenía una propuesta cercana al comunismo y representaba a las fuerza vivas de la nación, especialmente a la burguesía media, limitando el poder del latifundio, de la burguesía importadora y de la oligarquía azucarera que impedía la expansión industrial y la diversificación que requería la nación. El hecho de que esas fuerzas (burguesía antinacional le han llamado algunos historiadores cubanos) enfrentara a las revolucionarias desde el primer día y encontrara apoyo en el gobierno de Estados ­Unidos, jugó un papel negativo al provocar que la dirección revolucionaria buscara apoyo en la Unión Soviética, lo que provocó o precipitó la ubicación socialista del gobierno encabezado por Fidel Castro.

A la palabra dictadura no se le temió con la instauración de este tipo de gobierno en la década de 1960. Al contrario, la proclamación socialista, a tono con los manuales del marxismo soviético, indicaba que a la primera etapa de la construcción del socialismo le correspondía la dictadura del proletariado. De manera que, fieles a la prédica leninista, se asumió el nominativo, siempre que el apellido del proletariado le acompañara.

Pero el rechazo a las dictaduras militares en América Latina empañó esa nominación. Aunque se explicaba desde el marxismo que la dictadura del proletariado era sólo para la primera etapa de la construcción socialista y que superada ésta a partir del desarrollo económico, la conciencia y el bienestar equitativo de los ciudadanos se entraría a una fase superior de esa sociedad, en Cuba se convocó en 1975 a un congreso del Partido Comunista que llamó a una nueva Constitución de la que emergerían elecciones al gobierno del poder popular, con lo que quedaría atrás la dictadura del proletariado cuando no se habían alcanzado las metas prometidas.

Sin embargo, prevaleció el Partido Comunista como la única fuerza política legal del país y lo es hasta hoy. Así lo estableció la Constitución de 1975, la misma que asignó a la Unión Soviética –considerada entonces indestructible– un papel especial en las relaciones internacionales de la isla. Ya en la Constitución de 1901 se había hecho una consideración especial a Estados Unidos con la famosa Enmienda Platt y ahora se repetía con la URSS en nombre del socialismo. En consecuencia, puede afirmarse que, a pesar de sus matices, alcances y de los altos niveles de popularidad que despertó la revolución, hemos sumado 62 años más de gobernación de una sola fuerza política.

Aunque las cifras puedan ocultar otros enfoques y no indiquen mecánicamente el mayor o menor nivel de bienestar o aceptación popular hacia ese modelo de gobierno, detenerse a pensar que de los 511 años de historia cubana sólo 47 han correspondido a gobiernos elegidos por el pueblo, puede contribuir a entender cómo ha influido ese fenómeno político en la mentalidad del cubano, sin incluir en el análisis el ingrediente caudillista que traemos en las venas.